Hablando un tanto de la filosofía y del filósofo en la entrada anterior (que por cierto era la primera) seguimos un poco más con la cuestión. Y es que escarbando un poco por el Fedro, hice reminiscencia (de la cotidiana, no la platónica) de algunos fragmentos muy interesantes.
Está bien, el filósofo es un amante, ya lo dijimos. Pero para Platón la cosa no es así no más. No señor. Por que amar, en un sentido platónico, da un verdadero sentido filosófico a lo que vulgarmente se llama "amor platónico", que por cierto en su puro sentido vulgar no tiene nada de platónico. Pues para aquel caballero amar es una participación divina. Sí, así como suena. El que ama busca que el amado se corresponda tanto como se pueda con la divinidad (253 A). Amar es algo divino. Un influjo divino que regenera las alas perdidas antaño en la contemplación de la belleza imitativa. ¿Imitativa de qué? De la Belleza en sí, de aquella que mora en las alturas siendo cortejada por los dioses. Y en virtud de la cual los dioses son dioses (249 C). ¿Y quién es el que contempla en su sentido más cabal sino el filósofo? Y así contempla, movido por añoranza o melancolía de las cosas Eternas. Esto lo cual no me parece muy propio de un filósofo. No que no sea movido a contemplar por un "sentimiento", un cierto impulso natural a saber algo que le eleva de algún modo. Pero no creo que eso sea "añoranza" de algo que se olvidó como por golpe de cabeza. Más bien tiene nota de llamado, vocación, impulso en referencia presencial, no pretérita. Palabras más o menos, no nos desviemos. Aquél, el filósofo, decíamos que contempla imágenes terrenales de la Belleza celestial, que de algún modo esplenden por participación de aquella. Esto lo cual aligera el alma, hace renacer el plumaje, y lo eleva a las alturas del Ser.
Sí sí, todo muy lindo. Pero, ¿qué tiene que ver el título de la entrada con todo esto? Esto que mejor lo responda Platón:
"Pues no llegará a esta forma el alma que nunca ha visto la Verdad, ya que el hombre debe realizar las operaciones del intelecto según lo que se llama idea, procediendo de la multiplicidad de percepciones a una representación única que es un compendio llevado a cabo por el pensamiento. Y esta representación es una reminiscencia de aquellas realidades que vio antaño nuestra alma, mientras acompañaba en su camino a la divinidad, miraba desde arriba las cosas que ahora decimos que "son" y levantaba la cabeza para ver lo que "es" en realidad. Por ello precisamente es la mente del filósofo la única que con justicia adquiere alas, ya que en la medida de sus fuerzas está siempre apegada en su recuerdo a aquellas realidades, cuya proximidad confiere carácter divino a la divinidad. Y de ahí también que el hombre que haga el debido uso de tales medios de recuerdo sea el único que, por estar siempre iniciándose en misterios perfectos, se haga realmente perfecto. Saliéndose siempre fuera de los humanos afanes y poniéndose en estrecho contacto con lo divino, es este hombre reprendido por el vulgo como si fuera un perturbado, mas al vulgo le pasa inadvertido que está poseído por la divinidad.Pues bien, llegada a este punto, la totalidad de la exposición versa sobre la cuarta forma de locura -esa locura que se produce cuando alguien, contemplando la belleza de este mundo, y acordándose de la verdadera, adquiere alas, y de nuevo con ellas anhela remontar el vuelo hacia lo alto; y al no poder, mirando hacia arriba a la manera de un pájaro, desprecia las cosas de abajo, dando con ello lugar a que le tachen de loco- y aquí se ha de decir que es ése el más excelso de todos los estados de rapto, y el causado por las cosas más excelsas, tanto para el que lo tiene como para el que de él participa". (Platón, Fedro, 249 C - 250 A)
El filósofo, en esencia contemplativo, es un loco. Un loco sano, amante de la verdad, del saber, del ser... pero loco al fin. Que es visto como alguien "perturbado", y que Platón dice que está "poseído por la divinidad". El filósofo, el que ama y busca honestamente la verdad, participa de algo divino. Como quien dice: el que busca se hace como lo buscado. Y si lo buscado es tanto más divino... tanto más loco se volverá el buscador. Pero no se confunda, el Borda no es un hogar de filósofos. Aunque un filósofo, un hombre cabalmente libre por la verdad, pueda terminar condenado en el Borda, o condenado a beber cicuta, o reprobado por el vulgo, o silenciado o exiliado por regímenes tiránicos, porque en definitiva... está más loco que una cabra.
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