miércoles, 3 de diciembre de 2014

Filosofía primera, entrada primera






Si de un "blog" se trata, si de filosofía se trata, si de la primera entrada se trata... No puedo hacer otra cosa que tomar un texto (el texto) de Aristóteles. Texto que, por cierto, explica el porqué del titulo de este blog, y explica de qué se trata en esencia la filosofía, que más que sabiduría, es un amor a la misma. El filósofo es un amante, que reconoce no ser sabio. Amando busca, buscando encuentra, encontrando se pierde reconociendo su ignorancia:


"Puesto que andamos a la búsqueda de esta ciencia habrá de investigarse acerca de qué causas y qué principios es ciencia la sabiduría. Y si se toman en consideración las ideas que tenemos acerca del sabio, es posible que a partir de ellas se aclare mayormente esto. En primer lugar, solemos opinar que el sabio sabe todas las cosas en la medida de lo posible, sin tener, desde luego, ciencia de cada una de ellas en particular. Además, consideramos sabio a aquel que es capaz de tener conocimiento de las cosas difíciles, las que no son fáciles de conocer para el hombre (en efecto, el conocimiento sensible es común a todos y, por tanto, es fácil y nada tiene de sabiduría). Además y respecto de todas las ciencias, que es más sabio el que es más exacto en el conocimiento de las causas y más capaz de enseñarlas. Y que, de las ciencias, aquella que se escoge por sí misma y por amor al conocimiento es sabiduría en mayor grado que la que se escoge por sus efectos. Y que la más dominante es sabiduría en mayor grado que la subordinada: que, desde luego, no corresponde al sabio recibir ordenes, sino darlas, ni obedecer a otro, sino a él quien es menos sabio.
Tantas y tales son las ideas que tenemos acerca de la sabiduría y de los sabios. Pues bien, de ellas, el saberlo todo ha de darse necesariamente en quien posee en sumo grado la ciencia universal (este, en efecto, conoce en cierto modo todas las cosas). Y, sin duda, lo universal en sumo grado es también lo más difícil de conocer para los hombres (pues se encuentra máximamente alejado de las sensaciones). Por otra parte, las más exactas de las ciencias son las que versan mayormente sobre los primeros principios: en efecto, las que parten de menos (principios) son más exactas que las denominadas "adicionadoras", por ejemplo, la aritmética que la geometría. Pero, además, es capaz de enseñar aquella que estudia las causas (pues los que enseñan son los que muestran las causas en cada caso) y, por otra parte, el saber y el conocer sin otro fin que ellos mismos se dan en grado sumo en la ciencia de lo cognoscible en grado sumo (en efecto, quien escoge el saber por el saber escogerá, en grado sumo, la que es ciencia en grado sumo y ésta no es otra que la de lo cognoscible en grado sumo). Ahora bien, cognoscible en grado sumo son los primeros principios y las causas (pues por éstos y a partir de éstos se conoce lo demás, pero no ellos por los que están debajo [de ellos]). Y la más dominante de las ciencias, y más dominante que la subordinada, es la que conoce aquello para lo cual ha de hacerse cada cosa en particular, esto es, el bien de cada cosa en particular y, en general, el bien supremo de la naturaleza en su totalidad. Así pues, todo lo dicho, el nombre en cuestión corresponde a la misma ciencia. Ésta, en efecto, ha de estudiar los primeros principios y causas y, desde luego, el bien y ´aquello para lo cual´ son una de las causas.
Que no es una ciencia productiva resulta evidente ya desde los primeros que filosofaron: en efecto, los hombres -ahora y desde el principio- comenzaron a filosofar al quedarse maravillados ante algo, maravillándose en un primer momento ante lo que comúnmente causa extrañeza y después, al progresar poco a poco, sintiéndose perplejos ante cosas de mayor importancia, por ejemplo, ante las peculiaridades de la luna, y las del sol, y los astros, y ante el origen del Todo. Ahora bien, el que se siente perplejo y maravillado reconoce que no sabe (de ahí que el amante del mito sea, a su modo, "amante de la sabiduría", y es que el mito se compone de maravillas).
Así, pues, si filosofaron para huir de la ignorancia, es obvio que perseguían el saber por afán de conocimiento y no de utilidad alguna. Por otra parte, así lo atestigua el modo en que sucedió: y es que un conocimiento tal comenzó a buscarse cuando ya existían todos los conocimientos necesarios, y también, los relativos al placer y al pasarlo bien. Es obvio, pues, que no la buscamos por ninguna otra utilidad, sino que, al igual que un hombre libre es, decimos, aquel cuyo fin es él mismo y no otro, así también consideramos que ésta es la única ciencia libre: solamente ella es, en efecto, su propio fin". (Metafísica, I, 3, 982a-982b)
 Si de amar y perderse se trata: me quedo con la filosofía.

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