domingo, 25 de octubre de 2015

El alma del catolicismo




Hace unos días terminé con otra lectura. Ciertamente comienza a preocuparme un instinto voraz por leer a Chesterton. Pero creo que es algo natural. Su escritura es fluida, sus ejemplos llenos de luz, sus paradojas son brutales y extrañamente precisas. Y si así escribió este hombre, no quiero imaginarme como hablaba. No querría haber sido alguno de esos escépticos con los que tanto confrontaba. O tal vez sí, hablando ahora en un sentido mistérico. Tal vez sí. Lo cierto es que mi paso por "El hombre eterno" me dejó más lleno de preguntas que de respuestas. No por falencia de Gilbert, sino por sobreabundancia de su inteligencia y por sobreabundancia de la materia. 

Aún no entiendo cómo puede haber algunos inentendidos que le critiquen la falta de "formalidad" y hasta de "ignorancia" en sus escritos por no poner citas y por no ser "rigurosamente metódico". Y lo terrible es que es cierto, excepto lo de "ignorante". Excepto eso, todo lo otro es cierto. Es desfachatado para escribir, y en eso consiste su método. Su desfachatez le permite dar una luz oblicua y transversal que los "métodos rigurosos" y "formales" jamás podrán derramar. Sus paradojas le permiten ser tan heterodoxo en los tratados como agudo y punzante. Y esa es su virtud. Puede ser tan carente de rigor como quiera, no fue un cientificista ni un filósofo tratadista. Fue un hombre con un brutal, penetrante y hasta imperioso sentido común. Y el mejor vehículo del sentido común es la imagen. Y las imágenes de Chesterton se caracterizan no sólo por dar la unidad de lo múltiple, es decir, por contar toda una historia familiar en una foto, sino porque también es capaz de mostrar finos matices en esas mismas imágenes.

De esas numerosas páginas, me guardo principalmente este fragmento:

"Reconozco de buen grado que es en sí mismo una sugestión capaz de hacer vacilar hasta al mismo creyente, cuando éste se da cuenta de la magnitud de su propia creencia. Pero la inteligencia del verdadero creyente no vacila. La que vacila es la de los infieles. Todos los días vemos cómo vacilan entre un cúmulo de éticas y psicologías extravagantes. Sumidos en el pesimismo, que es la negación de la vida, en el pragmatismo, que es la negación de la lógica. Buscando en los sueños indicios, pronósticos y presagios, y buscando cánones, en un laberinto de contradicciones. Estremeciéndose de terror, a la vista del más allá, o sugiriendo la posibilidad de absurdas estrellas en donde dos y dos sean cinco.
Entre tanto, este caso sin par, que parece al principio tan extraño, sigue siendo firme y razonable en sustancia. Es la fuerza moderadora de todo ese frenesí la que rescata la razón de los pragmatistas y la risa de los puritanos. Repito que he acentuado, deliberadamente, su carácter intrínsecamente retador y dogmático. El misterio es cómo algo tan sorprendente puede seguir siendo tan firme y dogmático y se ha convertido en algo tan normal.
Ya he admitido que, considerando el hecho en sí mismo, un hombre que dice que es Dios, puede ser considerado lo mismo que otro hombre que diga que está hecho de cristal. Pero el hombre que dice que está hecho de cristal no es un verdadero cristalero, capaz de poner cristales en todas las ventanas del mundo. Ni a cabo de muchos siglos, puede seguir siendo una figura brillante y cristalina, a cuya luz todas las cosas son tan transparentes como el cristal.
Esta locura, sin embargo, ha resultado ser cordura. Cordura, cuando todo parecía enloquecer. La casa del loco ha resultado ser una casa a la cual, siglos tras siglos, retorna el hombre, como a su propia casa. Éste es el gran enigma: que algo tan extraño y anormal sea considerado aún habitable y hospitalario. Nada importa que los escépticos digan que es un cuento de camino. No me explico entonces, cómo una torre tan frágil permanece en pie tanto tiempo. Tiene que tener cimientos muy firmes. Aun menos me explico cómo ha podido llegar a ser la casa el hogar del hombre. Si no hubiera hecho más que aparecer y desaparecer, posiblemente hubiera sido recordada siempre o explicada como el último esfuerzo de la necesidad de hacerse ilusiones: como el último razonamiento, despúes del cual la mente tropieza con el cielo y se rompe.
Pero la mente no se rompió. La mente católica es la única que permanece intacta. Si el Catolicismo es un error, es un error tan grande, que parece increíble que haya durado más de un día. Si sólo fué un éxtasis, no se concibe que durara más de una hora. El error y el éxtasis han durado ya cerca de dos mil años. Y el mundo que vive en su sueño, es más lúcido, más equilibrado, más razonable en sus esperanzas, más sano en sus instintos, más tranquilo y alegre, ante el destino y la muerte, que todos los demás. Porque el alma del Cristianismo emanó del increíble Cristo. Y el alma del Cristianismo era el sentido común". (pág. 336-338, ed. LEA, 1987).
Este fragmento es producto de su sentido común. Es más, es producto de su sentido común impregnado y elevado por la Gracia. Y eso no es poca cosa. No señor. De la "Ortodoxia" al "Hombre eterno" hay Gracia de diferencia. Con todo lo que eso significa. Y en su sentido común fué católico. Y una vez católico, elevó su sentido común. Y en ambos sentidos el sentido común es alma del catolicismo: en el subsiste, y a él lo eleva. Y en él es cordura en un mundo loco. 

He ahí un cuerdo entre locos.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Dogmatismo moderno






Hoy tuve algunas ocurrencias, apropósito de las elecciones que se vienen. En realidad, no propiamente por las elecciones, sino por todo el teatro y la ambientación que las rodean y por el espíritu que las anima.


De pronto se me ocurrió que hay algo que está mal. Hay dos cosas que chocan contradictoriamente y se repelen. De pronto pensé que la libertad de expresión es una iniciativa crítica de las politicas modernas, y que se la postula tan firmemente que es en sí misma irreprochable e incuestionable. De pronto se me ocurrió, que se es libre de votar a personas para que gobiernen, pero no puede uno votar que forma de gobierno cree conveniente. De pronto se me ocurrió que a fuerza de buscar tanta libertad, ya no hay libertad. Puede uno usar la razón y criticar todo lo que quiera, excepto dos cosas: que el libertinaje es el único modo de ejercer la libertad y que las reglas de juego de la politica moderna son inamovibles. Dicho de otro modo, no puede uno cuestionar la excesiva expansión de los derechos individuales (en detrimento de la conciencia de los deberes y del bien de la sociedad) y la instauración completamente artificiosa de la democracia moderna, que más allá de lo que pueda criticarse de la misma, es postulada como un dogma incuestionable y es, por lo tanto, completamente incoherente en sus mismos principios.

Y esas son sólo cosas que se me ocurrieron a la pasada. Puede decirse mucho sobre eso.

Puede decirse que esas dos excepciones (y que más adecuado me parece llamarlos "dogmas modernos") nacen de una concepción artificiosa, ideológica y servil de la persona humana y de la sociedad. Pero más aca de la profundidad de esto, antes incluso de entrar en ese terreno fundamentalmente antropológico, hay algo más sencillo que puede decirse.
Puede decirse que la sola mención de esos principios dañan el sano juicio de la sensatez. ¿Cómo puede ser que el común de la gente no pueda dar un paso atras para ver en "panorama" y se de cuenta que tras veinte años de democracia y de expansión de los derechos individuales se han destruido las instituciones e incluso las inclinaciones más naturales del ser humano? ¿Cómo no darnos cuenta que el dogma de la "libertad de expresión" contradice la intocabilidad del dogma democrático? ¿Comó no nos damos cuenta que a todo el que habla "mal" de la democracia moderna se lo tacha irremediablemente de "dictador" y de "facho" cuando en realidad no está haciendo más que ejercer uno de esos derechos promovidos por aquella misma democracia? ¿Nunca se pusieron a pensar que las mas elementales comunidades humanas están regidas por una autoridad no elegida en una asamblea previa? ¿No se dio cuenta nadie que los padres no son elegidos por los hijos para cuidar del bien del hogar? ¿O es que la humanidad fue tan idiota durante miles de años como para no darse cuenta que el único modo de elegir una autoridad competente era por medio de las urnas y de partidos políticos que por medio del chusmerío barato sólo disgregan al país?

Ahora (modo ironía: encendido), como buen ciudadano sólo estoy ejerciendo mi derecho a la "libertad de expresión" (modo ironía: apagado). Sólo pongo en duda algo que nunca es puesto en duda. No, al menos, por la mayoría de las personas. Yo nací en tiempo de democracia. Y como ciudadano inmerso en una cultura igualmente "democrática", doy un paso atrás para ver desde lejos. Y lo que veo no me agrada. No me agrada tener que votar "obligatoriamente" (puesto que abstenerse de votar implica una pena legal) a personas que llegaron a donde llegaron por el propagandismo de promesas vanas, por la fuerza del dinero por el dinero mismo, por la supervivencia carroñera de la campaña política y por el subterfugio de las mentiras. La experiencia (poca, pero suficiente) me dice que el sistema partidocrático moderno trae chantas a las boletas, y que los honestos terminan corrompidos. Que todos tiran el agua para su molino, y a fin de cuentas el que viene tira los cuatro años del anterior a la basura. Que no hacen políticas de fines nobles, porque las políticas que tienen fines nobles implican políticas a largo plazo (amén de que implican tipos valientes, cosa que en política ya no existe); y el sistema democrático moderno está fundado en el estúpido principio de que la Nación crece por la demolición de la política precedente, de que "todos" tenemos que colaborar con el granito de arena dándole la posibilidad a una multiplicidad de candidatos para ejercer el gobierno. No se dan cuenta que cada uno pone un granito de arena en su propia playa. 

Y de esto se sigue lo otro. Decimos comunmente: "la plata no es lo más importante". O como dice la canción: "El dinero no es todo, pero como ayuda". Eso escucho decir todos los días. ¡¿Cómo puede ser entonces que no veamos que todos los que gobiernan no piensan así y que les importa un comino todo lo que no sea el dinero y el poder por el poder mismo?! 

Los ideólogos modernos tienden a hacer dogmas donde precisamente no cabe hacerlos. No tengo nada contra los dogmas, pero tengo todo contra las cosas que no deben ser dogmáticas y son tenidas por tales. Y estas son algunas de ellas. 

Cierta vez, en uno de mis trabajos anteriores, uno de mis superiores dijo: "Y si, sólo hay dos formas de gobierno: la dictadura y la democracia". Y claro, agregúe yo instintivamente, la dictadura es mala y la democracia es buena. Punto final. No hay nada más facil que armar una ideología. Sólo basta ver uno de los colores del tablero de ajedrez. O simplemente terminar haciendo de un cuadro de Rafael un tablero de ajedrez. Blanco y negro. Y listo. Ya está. Después, sólo hay que amasijarlo en la mente de las personas. No señores. La historia y la realidad son policromáticas. Tienen blanco y negro, pero tambien tienen gris, tienen rojo, azul, amarillo, verde y miles de colores más. 
Decirle aquello que dijo mi jefe a un griego o un romano era motivo de risa, y después de la risa de crucifixión. Porque uno en tremenda postura hubiera sido tenido por hereje. Y por cierto, en algo se parecen los herejes, los ideólogos y los locos. Se parecen en que sólo ven un color del tablero. Y eliminan los otros colores.

Y esa misma insanía moderna, productora de aquellos vacuos dogmas intangibles, reposa en una "fe" ciega. Y conocer por fe no tiene nada de malo. Siempre y cuando no se ponga en estupideces, o en cosas que no deben ser tenidas por objeto de fe. El dogma siempre es objeto de fe. Sólo hay que tener ojo de que los dogmas sean dogmas y no mentiras...

lunes, 5 de octubre de 2015

Eis theorian







Hace poco terminé una lectura con la que estaba en deuda, y que ya mucho me habían recomendado. Y ahora la recomiendo yo. De todas esas páginas, no basta sólo un fragmento para señalar al todo. El todo es el todo. Pero si algo no se me borra, es este fragmento, por su amplitud, por su profundidad y por que apunta al corazón mismo del libro: 

"En efecto, ¿quién podría atreverse a negar que tiene infinitamente más sentido amar a Dios que conocerle? Santo Tomás no se ha dejado engañar por tales cuestiones. Si con el conocimiento de Dios se quiere decir la visio beatifica, ¿qué es entonces más lleno de sentido: amar a Dios o verle? Si el amor tiene dos actos fundamentales, deseo y gozo, y si el conocer es 'la forma más noble del tener', ¿se puede decir que el querer tener es más que el tener, o que el gozo es más importante que su causa? Es cierto que en esta existencia histórica, en el status viatoris -ésta es la común doctrina de los antiguos-, para este hombre de aquí no hay nada más lleno de sentido que el amor de Dios, el esfuerzo perseverante hacia el 'bien universal'; pues para nosotros es completamente posible tender a Dios absolutamente, pero no -¡todavía no!- tenerlo por completo. Sin embargo, el deseo tiende a la posesión. Y ésta tiene lugar en el contemplar.
 A uno de los grandes presocráticos, Anaxágoras, del que dice Aristóteles que parece entre sus compañeros como uno que está sereno en la sociedad de los borrachos, a Anaxágoras se le preguntó: ¿Para qué estas tú en el mundo? Es la pregunta con la que también empiezan los catecismos cristianos. La respuesta de Anaxágoras fué: 'Eis theorian'. para contemplar el sol, la luna, el cielo. Es difícil suponer que con esta respuesta haya querido referirse a los cuerpos celestes físicos y no más bien a la totalidad del mundo y del ser. De este modo coinciden, por tanto, la filosofía de la Grecia primitiva y la doctrina de salvación del Nuevo Testamento, Platón, Aristóteles, San Agustín , Santo Tomás, en que la perfección, para la cual vivimos, nos cabe a nosotros en suerte en el ver".  (Joseph Pieper, El ocio y la vida intelectual, pag. 327-328)

Y bueno. Eso. Eis theorian.