domingo, 6 de mayo de 2018

La Nueva Jerusalén




Vuelvo con otro artículo de este hombre de genio titánico que es Chesterton. 
Hace poco concluí la lectura del libro que lleva como título aquel que es el propio de este apartado: La Nueva Jerusalén. En este libro Chesterton muestra toda la amplitud de su experiencia (es uno de los últimos que escribió), manifiesta una pluma mucho más madura, y lo que es genial es que es un testimonio, y hasta podría decir que es casi un testamento. Es una suerte de "diario de viaje", pues le fue encomendada la tarea de redactar una serie de artículos sobre Jerusalén estando presente en la ciudad en carne y hueso. Las imágenes transversales, las paradojas, y las relaciones entre doctrinas se potencian todas en el libro al ser producto de una visión directa del material sobre el que se trata.
Y aunque hay muchos temas realmente grandiosos que Gilbert trata en el libro, voy a detenerme especialmente sobre uno, que corresponde a uno de los capítulos del libro: la caída de la Edad Media. En la pág. 296 Chesterton la llama "fracaso de la sociedad medieval". El término "caída" remite a un quiebre perpendicular. Más cierto es llamar "fracaso", "disolución", pues fue un proceso paulatino. Fracaso quizás sea también un termino demasiado amplio para atribuirlo a toda una época en la que la humanidad respiró el aire de la renovación cultural. No podemos, a fortiori, imaginar como es que una época puede caer, y ciertamente no cae al modo de un edificio siendo demolido o de una persona tropezando en la vía pública. Sin embargo, hubo un momento en el que la Edad Media comenzó a morir. Lo que siguió fue simplemente una larga agonía. La batalla de los cuernos de Hattin significó el comienzo de la decadencia de la Cristiandad, porque en ella se perdió Jerusalén. Y con Jerusalén perdió su corazón. Toda la fuerza juvenil, pujante, renovada de la Cristiandad comenzó a morir en aquellos terribles desiertos de Palestina bajo el sol sofocante e infernal de medio oriente. Aquella cruzada que fue un movimiento e incluso una revolución popular (tal y como lo explica Chesterton en la pág. 276) se estrelló contra un muro; recibió la terrible noticia de su próximo fallecimiento. Toda la Cristiandad se movilizó en una contraofensiva única en la historia, depositando su corazón y su vida en Jerusalén. Aquella ciudad que no era sólo una ciudad para el cristiano peregrino, común y de a pie; era la Ciudad Santa, un verdadero destello de lo que consideraba era el fin último del peregrinar: la Patria Celestial. Aún no entiendo cómo muchos críticos modernos, e incluso y sobretodo los mismos católicos, no comprenden lo que significaron en verdad las primera cruzadas. Podemos, es verdad, argumentar con diversos datos históricos que explican adecuadamente que las primeras cruzadas no fueron un ataque arbitrario a una tribu inofensiva de oriente, sino una verdadera contraofensiva frente a un antiguo enemigo que se empeñaba en conquistar Europa desde el año 700 aproximadamente.
Sin embargo, no es eso a lo que me refiero aquí. Lo realmente importante es entender que la persona común vivió esta situación en carne propia. Es difícil imaginar que de pronto un campesino se despierte a las 5 de la mañana pensando en masacrar orientales o en viajar por deporte cientos de kilómetros.Ciertamente tampoco pensaban en ir de shopping o de visita a sus amigos orientales residentes en Jerusalén. También podemos decir, como muchos católicos modernistas afirman, que fueron movidos a las armas por su intrínseco fanatismo. ¿Y saben qué? Eso sí es cierto. En un sentido es profundamente cierto. El fanatismo por recuperar una ciudad que fue por muchos años cristiana y un día sitiada e invadida por los musulmanes. El fanatismo de aquellos que depositaron su corazón en la Ciudad donde su Dios se entregó para salvar al mundo. La Ciudad donde la sangre de Aquel fue derramada. ¿Cómo no buscar recuperarla? ¿Cómo quedarse de brazos cruzados cuando el centro mismo del mundo les había sido arrebatado? Porque no era otra cosa para el cristiano simple y común; para él el universo no giraba en torno a la Tierra o al Sol, para él el universo giraba en torno a Jerusalén y a la Cruz que un día fue allí levantada. 
¿Qué haría usted si la casa de su padre, distante de la suya y habitada por su hermano, es un día ocupada por la fuerza por personas que no conoce? ¿Que haría si, además de esto, usted considera que en esa casa murió su padre y que usted piensa que ese hecho le asigna un valor incluso sobrenatural? ¿Qué haría, además, si estas personas no contentas con ocupar la casa de su padre, van a la puerta de su casa a lanzarle piedras para desalojarlo?¿Se quedaría de brazos cruzados tomándose un café en la cocina? ¿Apelaría a la "racionalidad" diplomática para reclamar su derecho de vivienda y el anterior derecho sobre la casa de su padre? Probablemente tome el primer palo que encuentre en el garage para ir a darle un cordial saludo a sus inesperados visitantes. Pues, no fue otra cosa lo que hicieron los campesinos franceses, italianos, españoles, alemanes, ingleses, irlandeses y escoceses cuando los ejércitos musulmanes tocaron a la puerta de Jerusalén y de Europa. 
Unos 90 años después serían masacrados en los infernales desiertos de Hattin y desalojados de Jerusalén. Y aunque muchos sobrevivieron, ninguno volvió con el corazón en su pecho. Allí, entonces, comenzó el lento padecimiento de quien anhela algo que un día saboreó; esa lenta muerte de quien aunque concluyó victorioso al rechazar el enemigo presente, vive con la nostalgia del bien ausente que un día supo vivir. 
Eso fue Jerusalén, el centro del universo que está "al oriente del sol de Europa, que llena el mundo con un mediodía de cordura, y hace fructificar las cosas reales y en crecimiento. Y que "está al occidente de la luna de Asia, misteriosa y arcaica con sus fríos volcanes, espejo de plata para los poetas y muy fatal imán para los lunáticos".
Y no nos confundamos, la cosa no terminó ahí. Sigue siendo un problema latente aún hoy. "El Islam había sido detenido, pero no lo suficiente. Toda la historia de lo que llamamos el problema de Oriente, y tres cuartas partes de las guerras del mundo moderno, obedecen al hecho de que no fue suficientemente detenido." (pág. 298)Que Chesterton era un genio, es decir algo más de él. Quizás fue también un profeta. El que lea que comprenda.

jueves, 25 de mayo de 2017

Dogmatismo moderno II



Tiempo atrás hablé ya de este asunto que a mi parecer constituye una de tantas características del manejo político moderno a nivel mundial (aparte de la falta de grandes ideales, mediocridad, conformismo y hasta perversión moral, falta de criterio teórico de las cuestiones "políticas", no-planeamiento a largo plazo, un materialismo financiero recalcitrante,  y un largo etc.). Hace unos días volví a confirmar que el dogmatismo ideológico está vivo y presente en nuestro país al enterarme que, por ley, debe hablarse de los 30.000 desaparecidos. Pero el problema va más allá. Más allá de esto, el problema es otro. El problema no es cuantos fueron, sino que no se puede discutir cuantos fueron. El error siempre va a existir. El problema es que no se pueda corregir al que, se considera, está errado. Errar es humano, pero prohibir corregirlo es inhumano. Pues buscar la verdad, buscar su existencia en las inteligencias que nos rodean, tiene por contracara erradicar el error en esas mismas inteligencias.
Los políticos, sus voceros, e incluso los medios de comunicación hablan hasta el hartazgo de libertad de expresión, pero se la permite siempre y cuando sea conveniente a los intereses de aquella minoría. Se es libre de jugar al fútbol, pero en la cancha delimitada por dos o tres observadores. El liberalismo es una ideología y en cuanto tal es, irónicamente, una esclavitud mental. El liberal siempre se somete a los dictámenes de la practicidad del "hoc et nunc". Y si mañana hay que obligar a afirmar que no fue San Martin el que cruzó los Andes sino Mariano Moreno por que constituye una decisión práctica de algún modo, entonces así será. Si mañana hay que obligar a afirmar que Sarmiento era panadero y no un masón liberal con fobia al gauchaje porque es más práctico, entonces así será. La verdad, y la búsqueda de la verdad, son esposadas por el pragmatista de turno. Llámese Macri o Cristina, Vidal o Fernández, Larreta o Scioli, Populista de izquierda o liberal de centro-izquierda. Da igual. Todos ellos son fideístas a su modo. Pero a diferencia de Orígenes, sólo lo son bajo el llamado de la adulación populachera, la codicia materialista, la cobardía política y la perversión ideológica. Aquel, al menos, buscaba la verdad y corregía al que erraba. Aquel al menos era verdaderamente libre de amputarse el miembro que quisiera. Aquel al menos era feliz en la libertad de la búsqueda de la verdad, aunque incluso errara por el camino. Porque estaba seguro de hacerlo por un fin noble como es llegar al cielo. Quizás sea mejor ir al cielo sin una mano que sin la cabeza.

miércoles, 26 de octubre de 2016

Do nunca arriba quien de allí declina



Personajes locos en las obras de Chesterton hay muchísimos. Todos con sus matices, sus diferencias a veces sutiles, a veces no tanto. Todos, sin embargo, son un símbolo. En su locura constituyen el último pilar de cordura sobre el mundo. El Quijote no es personaje chestertoniano, no al menos por derecho de autoría. Pero lo es como símbolo. El Quijote es un símbolo magnífico. Es quizás el loco más famoso de toda la literatura, el loco más "clásico" por utilizar un término moderno, no sin algo de vacuidad intrínseca. Era un símbolo en tiempos de Cervantes y es un símbolo en nuestros tiempos. ¿Cuántos hoy se jactan conocer e incluso admirar a este personaje "clásico" de la literatura sin entender su carga simbólica? Conocemos que embistió molinos creyendo ser gigantes, que robó a un barbero creyendo encontrar el yelmo de Mambrino, que se enfrentó a un ejercito, cuando en verdad era una manada de ovejas. Su locura, admirable, noble, magnánima, recia... todo es un mensaje lanzado al mundo, a nuestro mundo, a un mundo loco. Al mundo que abrazó la locura más horrible y perversa: la locura de la tibieza, del humanismo insípido, de las ideologías.  La brutalidad de su mensaje es sólo claro a la luz de la gravedad del asunto. Su comedia es la alegría del símbolo. Su ritualismo,  manifestación de virilidad. Sus mensajes, la homilía de un santo. Su vida, la virtud más pura. Y en su virtud, la cordura.

Cuando el mundo de Cervantes comenzaba (o mejor, hace tiempo había comenzado) a tergiversar y degenerar la concepción del "caballero" en burguesía, frivolidad y vida licenciosa apareció el gran Don Quijote. Cuando el Don Juan era una realidad, apareció un caballero loco. Y su locura fue signo de contradicción. Y su contradicción sal para tierra y luz en el mundo.

Pero si a sus palabras (algunas de ellas) nos atenemos, encontramos esto:



"De todo lo dicho quiero que infiráis, bobas mías, que es grande la confusión que hay entre los linajes, y que solos aquéllos parecen grandes y ilustres que lo muestran en la virtud, y en la riqueza, y liberalidad de sus dueños. Dije virtudes, riquezas y liberalidades, porque el grande que fuere vicioso será vicioso grande, y el rico no liberal será un avaro mendigo; que al poseedor de las riquezas no le hace dichoso el tenerlas, sino el gastarlas, y no el gastarlas como quiera, sino el saberlas bien gastar. Al caballero pobre no le queda otro camino para mostrar que es caballero sino el de la virtud, siendo afable, bien criado, cortés, y comedido, y oficioso; no soberbio, no arrogante, no murmurador, y, sobre todo, caritativo; que con dos maravedís que con ánimo alegre dé al pobre se mostrará tan liberal como el que a campana herida da limosna, y no habrá quien le vea adornado de las referidas virtudes que, aunque no le conozca, deje de juzgarle y tenerle por de buena casta, y el no serlo sería milagro; y siempre la alabanza fue premio de la virtud, y los virtuosos no pueden dejar de ser alabados. Dos caminos hay, hijas, por donde pueden ir los hombres a llegar a ser ricos y honrados: el uno es de las letras; otro, el de las armas. Yo tengo más armas que letras, y nací, según me inclino a las armas, debajo de la influencia del planeta Marte; así, que casi me es forzoso seguir por su camino, y por él tengo de ir a pesar de todo el mundo, y será en balde cansaros en persuadirme a que no quiera yo lo que los cielos quieren, la fortuna ordena y la razón pide, y, sobre todo, mi voluntad desea; pues con saber, como sé, los innumerables trabajos que son anejos a la andante caballería, sé también los infinitos bienes que se alcanzan con ella; y sé que la senda de la virtud es muy estrecha, y el camino del vicio, ancho y espacioso; y sé que sus fines y paraderos son diferentes; porque el del vicio, dilatado y espacioso, acaba en muerte, y el de la virtud, angosto y trabajoso, acaba en vida, y no en vida que se acaba, sino en la que no tendrá fin; y sé, como dice el gran poeta castellano nuestro, que

Por estas asperezas se camina 
De la inmortalidad al alto asiento 
Do nunca arriba quien de allí declina." 
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Segunda parte, Cap. Sexto.



¿Que es la virtud para este mundo? ¿Hay tal cosa en el espíritu de los hombres? ¿Resuena esto en el espíritu del hombre común? ¿Hay, siquiera, esta palabra en su diccionario? ¿Hay tal concepto en su mente? ¿O a qué se atiene el hombre de hoy? ¿Busca conocer que constituye su propio bien? ¿Busca conocerse? ¿Que vé el hombre de hoy? ¿Que saborea a diario? ¿Qué fines mueven su voluntad? ¿Que cosas llaman a sus sentidos y a su inteligencia? ¿Que paisaje dibuja en su alma? ¿Qué paisaje hay en su alma?

Ahí, a la interperie del mundo duerme Don Quijote. En la pobreza busca la virtud. Y en la virtud forja su caballerosidad. En su caballerosidad el símbolo. En dicho símbolo, una luz. 

Do nunca arriba quien de allí declina.

domingo, 15 de mayo de 2016

Hombres y juguetes






Los hombres (o la mayoría de ellos, claro está) pueden hablar, sentir, pensar. Y en este mundo en el que vivimos somos los únicos seres bípedos capaces de hacerlo. Los ángeles, técnicamente hablando, no tienen piernas (muchos teólogos autorizan dicha proposición). Pero imagínense por un momento qué sucedería si los juguetes también pudiesen hablar, sentir y pensar tal y como nosotros lo hacemos. No me reprochen tal disparate: si Tolkien pudo imaginar toda una cantidad de seres parlantes tales como los Valar, los Maia, Elfos de todo tipo y colores, Orcos, Hobbits y Ents, denme el derecho a imaginar que en verdad los juguetes hablan.


Este disparate (magnífico disparate) es el representado en las peliculas "Toy Story". Hay muchas cosas que me parecen magníficas de esas películas, pero la cosa mas sorprendente es su brutal realismo para considerar e imaginar a la noble raza de los juguetes. 
En todo el entramado histórico-personal de las películas hay una multiplicidad de temáticas que se repiten y que son planteadas fabulosamente. 
En primer lugar, los juguetes son juguetes. Nada mas que eso. Productos del arte humano con el noble fin de divertir a los niños, de permitirles desarrollarse psico-espiritualmente y de constituir el futuro recuerdo saludable de la infancia. Toda la tensión tragicómica, las dificultades, las tristezas y las alegrías, son vividas por los juguetes como un tender hacia un fin que tiene razón de bien: ser usados por los niños para jugar, para divertirles, para vivir alegremente con ellos su infancia, hasta el doloroso (y alegre) momento de la madurez del niño.
El juguete sólo es plenamente feliz cuando juega con el niño, y cuando el niño juega con él. Lo cual implica, sin embargo, un auto-reconocimiento del ser juguete. Es lo que le sucede al gran astronauta Buzz Lightyear. Cuando arriva en la habitación de Andy (en la primera de la trilogía) aún no sabía que era un juguete. Poco a poco comienza un proceso conflictivo consigo mismo, y en relación con los demás juguetes, que concluirá con la angustia vivencial de reconocerse juguete. Angustia que, por otro lado, sólo es plena de sentido cuando entiende que ser juguete es también ser capaz de felicidad: su felicidad, su fin último, está en hacer feliz a Andy.
En segundo lugar, todos ellos, todos y cada uno de los juguetes son un regalo. Entran en el mundo-juguete y se insertan en la comunidad de los juguetes como un don. Todos los demás juguetes esperan con ansias el maravilloso momento en el que un juguete es regalado al niño. Aunque a veces algunos también los esperan con envidia egoísta , con el trágico sentimiento de ser reemplazados. Esto es lo que le sucede a Woody cuando aparece Buzz en el cuarto de Andy. Y ante tal sentimiento (terrible sentimiento) ¡intenta matarlo! Y por eso es sancionado por sus amigos. Aunque más adelante Woody descubrirá que Andy no deja de amarlo por que éste ame también a Buzz.
En tercer lugar, la vanalidad de desviarse en la búsqueda del fin último constituye una degradación moral del ser-juguete. En la segunda película el vaquero Woody descubre que en el pasado había sido un juguete famoso. El mismo tenía toda una linea de artefactos y juguetes con su temática vaquera: toca-discos, ropa, y hasta un programa de televisión. Así, luego de conocer a Jessie la vaquera, al caballo "Tiro al blanco" y al "oloroso Pit" tiene la oportunidad de pasar el resto de sus días en un museo, con toda la pompa de un juguete famoso, luego de ser vendido por el compulsivo coleccionista Al McWhiggin. Sin embargo, al encontrarlo sus amigos (los otros juguetes de Andy), luego de ser secuestrado por Al, tiene un diálogo fantástico con Buzz: 


Buzz: -Woody tenemos que irnos ahora.
Rex: - ¡Al quiere venderte a un museo en Japón!
Woody: - Ya lo se, no pasa nada Buzz, yo quiero ir con él. Casualmente hay muy pocos vaqueros como yo, y ellos son mis compañeros (refiriéndose a Jessie, Pit y Tiro al blanco).
Buzz: - Woody, ¿de qué estas hablando?
Woody: - ¿De qué estoy hablando? ¡Es increíble! ¡Tenía un "Rodeo" en televisión, y yo era la estrella! (Prende el televisor) ¡Ven eso! ¡Miren! ¡Mírenme! ¡Soy yo! Buzz, yo era todo un fenómeno y tenía tanta mercancía con mi nombre, ¡Lo hubieras visto! Un toca-disco y un yo-yo... Buzz, ¡Yo era un yo-yo!
Buzz: - Woody no digas tonterías y vámonos.
Woody: - (Suspira) Buzz, entiéndelo. Nunca los abandonaría aquí. Soy la llave de entrada al museo. Sin mí, volverán a una caja. ¡Tal vez para siempre!
Buzz: - Woody, no eres coleccionable. Te usan sólo para jugar. ¡Eres-un-ju-guete!
Woody: - ¿Pero dime hasta cuando? Si me rompo Andy se deshace de mí, !¿qué hago entonces Buzz?¡ ¡¿Eh?! ¡Tú dime!
Buzz: - Un juguete me enseñó que antes que nada la vida no tiene sentido si no eres amado por un niño. Estoy aquí para rescatar a ese juguete. Pues, creo en sus palabras.
Ante la posibilidad de la fama, el goce en la admiración de uno mismo, el egocéntrico sentimiento de vana auto-satisfacción, y la postrera intervención de sus amigos para exhortarlo a reflexionar, Woody re-descubre su vocación, el fundamental llamado de su esencia: amar y ser amado por un niño. Y no por cualquier niño, sino por su niño: ¡Andy! Y lo mismo sucede a la inversa, porque, ¿a cuántos de nosotros no nos pasó también lo inverso? No importaba cuantos juguetes podamos tener, queríamos ese juguete en particular. Y si se perdía, nos sentíamos tristes. 

Todo esto, todo este magnifico entramado de relaciones en una historia más que creativa, tiene también sus momentos trágicos: juguetes rotos o perdidos en las mudanzas, vendidos en las "ventas de jardín", juguetes que abandonan a su niño, niños que abandonan a sus juguetes. Y esto nos lleva al cuarto punto, muy relacionado con el tercero: el vano y quimérico intento de autonomía total. Esto es lo que nos muestra la tercera película con la aparición de un oso tiránico llamado Lotso. Este oso con olor a frutas, luego de experimentar el accidental abandono de su niña, llega a la guardería "Sunnyside" y manipula la inteligencia y voluntad de los juguetes para someterlos a su despótico régimen de total autonomía: "No más niños, somos dueños de nuestro destino". Este pensamiento, este modo de obrar, constituye la perversión más profunda del ser-juguete. Es un volcarse totalmente hacia sí mismo, un exceso de amor propio, y un olvidar que han sido hechos para amar a un otro. 

Para concluir este disparatado artículo, no puedo dejar de hacer la transposición con nuestra existencia humana. La totalidad del ser-juguete planteada por Toy Story está perfectamente articulada con su hipotética inferior jerarquía óntica con respecto al ser-hombre. Del mismo modo que nuestra existencia, nuestra constante tendencia hacia la felicidad perfecta, no encuentra sentido sino en un amar a Otro y servirle en esta vida, Otro que, a-fortiori, no es indiferente a nuestra existencia, del mismo modo digo, los juguetes viven, existen para hacer felices a los hombres y, así, ser felices junto con los hombres. 
El hecho de que la historia de los juguetes sea maravillosa, nos ayuda a descubrir (o mejor: re-descubrir) que nuestra historia, esta tragicómica historia en la que estamos insertos, es aún más maravillosa. 
Y sin embargo, más allá de toda diferencia, juguetes y hombres coincidimos en algo sencillo y magnánimo a la vez: que ambos fuimos hechos para amar a un Niño.

martes, 22 de marzo de 2016

Comida, alegría y canciones





Allí, al final de la Batalla de los Cinco ejércitos, postrado y agonizante en un valle lúgubre y mortecino yace Thorin. Si, el gran Thorin Escudo de Roble, Rey bajo la montaña, que se jactaba de sus riquezas y del supuesto honor que éstas le concedían. Acercándose Bilbo, un hobbit de corazón grande sin dudas, le dice:

"Hay en ti muchas virtudes que tú mismo ignoras, hijo del bondadoso oeste. Algo de coraje y algo de sabiduría, mezclados con mesura. Si muchos de nosotros dieran más valor a la comida, la alegría y las canciones que al oro atesorado, éste sería un mundo más feliz".
Esto es lo que relata Tolkien en "El hobbit" con una profundidad y una sencillez incomparables. El texto es, a mi parecer, manifestación del espíritu mismo del libro, y de los más hondos pensamientos de Tolkien.
La avaricia y una falsa concepción del poder ligada a aquel primer vicio habían corrompido el corazón noble de Thorin. Aquel primer anhelo de recuperar las tierras ancestrales, de honrar a los antepasados venciendo al enemigo presente que mancilla sus nombres fue opacado por el deseo ardiente y desmedido de poseer y guardar el magnífico tesoro escondido en lo profundo de la montaña. La montaña misma se transformó en una analogía perfecta del alma de Thorin: profunda pero oscura, sólo iluminada por los destellos pálidos de un tesoro abultado, pesado y frío. Así, recuperado de su insanía espiritual, se aventuró a la batalla y a pesar de salir victorioso quedó malherido. Agonizante, experimentando los límites estrechos de la muerte cercana, pronuncia aquellas palabras al hobbit. Palabras que deberían resonar para nosotros, hombres de nuestro tiempo, como un imperativo brutalmente humano de sanidad espiritual. Esto es, sin embargo, tan sólo una contextualización de algo que tiene carácter perenne.
La relación  entre el deseo desmedido de dinero y la insanidad psíquica no es algo nuevo. Es algo viejo, como viejo es el hombre. Algo que tiene raíces en las profundidades de alma humana.

Traigo este texto, y este breve comentario, a propósito de esta semana santa y, más específicamente, a propósito del Evangelio de hoy que es el de San Mateo 26, 14-25:

"Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: '¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?' Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle. 
El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: '¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?' Él les dijo: 'Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos'. Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. 
Y mientras comían, dijo: 'Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará'. Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: '¿Acaso soy yo, Señor?' Él respondió: 'El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido! Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: '¿Soy yo acaso, Rabbí?' Dícele: 'Tú lo has dicho'."
De este modo, Judas Iscariote, uno de los Doce elegidos por Jesús, fue establecido como el prototipo de todo hombre que da lugar exclusivo al dinero en su corazón, para desterrar de él antes que a Dios, a los amigos. El amor desmedido y puramente servil por el dinero es la contradicción irreconciliable del amor desinteresado e incluso sacrificial por los amigos. Y esto mismo es lo que dice Santo Tomás comentando aquellas palabras: '¿Qué quereis darme y yo os lo entregaré?'. Asi dice el Aquinate: "A causa del dinero se desprecia toda amistad, como se dice en Sir. 10, 9-10: 'Nadie hay mas criminal que el avaro ¿por qué se enorgullece el que es polvo y ceniza? Nada hay más inicuo que amar el dinero; pues este tiene su alma en venta; porque durante su vida echa lejos de sí a sus íntimos'." 
Desde Jesús, Verbo encarnado, Dios amigó a la humanidad con Él por fuerza de su amor. Y la amistad es un tipo de amor. O Dios o el dinero. No hay otra contradicción más grande en el orden de la vida espiritual. Mejor no esperar hasta el último momento para atesorar la comida, la alegría y las canciones en nuestro corazón. Pues la comida ya no es sólo comida, sino el Pan vivo bajado del Cielo. 

lunes, 22 de febrero de 2016

De abajo para arriba, de arriba para abajo






Hay algo magnífico que Chesterton hace aproximadamente 100 años supo ver con total claridad y que se repite en absolutamente todos sus escritos. Lo cierto es que la idea se manifiesta con suma claridad en "El poeta y los lunáticos". Hay ciertamente una cantidad de temáticas que se repiten en todos los escritos de Gilbert, precisamente porque estas hacían eco en su entendimiento penetrante, perspicaz y terriblemente intuitivo. Pero hay una idea, que a mi parecer es fabulosa, no sólo por su veracidad, sino por su fundamental verticalidad. Por ambas cosas: por ser fundamento, y fundamento vertical, vertebral. Es ésta idea, que vanamente podría yo intentar expresarla mejor que su mentor:

..."En realidad había estado haciendo el pino, apoyado sobre la cabeza, o mejor, sobre sus manos.
- Perdóneme -se excusó cuando la joven dama llegó a su altura-; suelo hacerlo porque es muy útil para un paisajista buscar perspectivas nuevas, ver el paisaje al revés, con la cabeza a la altura del suelo... Así contempla uno las cosas tal como son en realidad; es una verdad preclara, tanto en el arte como en la filosofía -quedó pensativo, como si meditase, y prosiguió-: Lo de ir erguido está muy bien, pero si sabemos que los ángeles vienen de lo más alto es precisamente porque cuelgan cabeza abajo. En realidad son los que tienen los pies en el suelo quienes andan con la cabeza en las nubes"...

Esta idea voluminosa a mi parecer tiene tres aspectos formales que Chesterton no sólo no ignora bajo ningún aspecto, sino que los hace inteligibles al lector: primero, que la novedad de las cosas no consiste en pretender construir algo de ellas que en verdad no son, sino en ver algo en ellas que por su diáfana evidencia y por nuestra ceguera no podemos percibir. La novedad de lo cotidiano consiste en su misma condición de cotidiano. Gabriel Gale puede ver un tigre en un gato y un dragón en un lagarto, pero no porque sea él un mago, sino porque las cosas son mágicas. Lo segundo, es que esta novedad sólo se adquiere viendo las cosas en su revés, y para verlas en su revés debe uno ponerse al revés. Las cosas muestran su magnificencia cuando uno se inclina ante ellas. Para ver la grandeza de las cosas debe uno hacerse pequeño. Este inicio de aceptación humilde de la condición preclara y diáfana de las cosas constituye el principio saludable de todo conocimiento. Esto vale "tanto en el arte como en la filosofía", al decir de aquel poeta. Los pies en la tierra, para afirmarse en las cosas mismas, la cabeza en la tierra para verlas en su magnificencia. Sólo así puede uno estar seguro de dejar vuelo seguro a su cabeza, si la afirma en sus hombros. No querrá perderla en el intento.
Ahora bien, ya decía que esta idea es vertebral, constituye el género de un conjunto jerárquico de formalidades. Aquello bien podría terminar así. Y ya está. Pero no, el poeta continúa con la imagen, y la idea culmina de este modo:

..."-¿Permite que le confíe un secreto?
Sonó entonces un gran trueno, un estallido fenomenal en el cielo que pareció llenar toda la tierra, y antes de que ella pudiera darle o no su consentimiento, el artista se puso a hablar en voz baja y tono grave, incluso en susurro.
- El mundo está cabeza abajo. Todos andamos cabeza abajo y hasta con la cabeza en los pies. Somos como las moscas agarradas al techo. Si no nos caemos es porque el milagro existe.
El restallido blanco de un relámpago cegó el crepúsculo; lady Diana experimentó una sensación aún más sobrecogedora al observar la seriedad con que se expresaba el pintor, su ceño duramente fruncido ahora...
... Recordará usted que San Pedro, de quien ya hemos hablado, fue crucificado cabeza abajo -dijo Gale-. Pues bien, no puedo dejar de pensar que su humildad innegable fue así premiada, con esa visión última, la más bella de su existencia corpórea, antes de que le llegara la muerte, San Pedro pudo ver el paisaje tal como es, las estrellas cual flores, las nubes como colinas... Y los hombres colgando a merced de Dios".
Y así, se hace inevitable la dualidad irreconciliable, la contradicción eterna: el mundo y el santo, la vanalidad y la humildad, la locura y la cordura. Ver las cosas no es ver en las cosas menos de lo que son, como pudiera pretender algún académico cientificista, un racionalista patentado, que hace del hombre un mono, del mono un perro, del perro una mosca y de la mosca un germen. Ver las cosas es verlas en su grandeza intrínseca. Pero esta puerta está cerrada y guardada cual tesoro precioso bajo la llave de la humildad. El hombre no puede olvidar que la cabeza que se infla con la razón estalla. La cabeza se infla cuando el corazón se infla. Así puede uno subir sus pensamientos a las nubes. Pies en la tierra, corazón ardiente, cabeza elevada. luego, al revés... "Y los hombres colgando a merced de Dios"...