Personajes locos en las obras de Chesterton hay muchísimos. Todos con sus matices, sus diferencias a veces sutiles, a veces no tanto. Todos, sin embargo, son un símbolo. En su locura constituyen el último pilar de cordura sobre el mundo. El Quijote no es personaje chestertoniano, no al menos por derecho de autoría. Pero lo es como símbolo. El Quijote es un símbolo magnífico. Es quizás el loco más famoso de toda la literatura, el loco más "clásico" por utilizar un término moderno, no sin algo de vacuidad intrínseca. Era un símbolo en tiempos de Cervantes y es un símbolo en nuestros tiempos. ¿Cuántos hoy se jactan conocer e incluso admirar a este personaje "clásico" de la literatura sin entender su carga simbólica? Conocemos que embistió molinos creyendo ser gigantes, que robó a un barbero creyendo encontrar el yelmo de Mambrino, que se enfrentó a un ejercito, cuando en verdad era una manada de ovejas. Su locura, admirable, noble, magnánima, recia... todo es un mensaje lanzado al mundo, a nuestro mundo, a un mundo loco. Al mundo que abrazó la locura más horrible y perversa: la locura de la tibieza, del humanismo insípido, de las ideologías. La brutalidad de su mensaje es sólo claro a la luz de la gravedad del asunto. Su comedia es la alegría del símbolo. Su ritualismo, manifestación de virilidad. Sus mensajes, la homilía de un santo. Su vida, la virtud más pura. Y en su virtud, la cordura.
Cuando el mundo de Cervantes comenzaba (o mejor, hace tiempo había comenzado) a tergiversar y degenerar la concepción del "caballero" en burguesía, frivolidad y vida licenciosa apareció el gran Don Quijote. Cuando el Don Juan era una realidad, apareció un caballero loco. Y su locura fue signo de contradicción. Y su contradicción sal para tierra y luz en el mundo.
Pero si a sus palabras (algunas de ellas) nos atenemos, encontramos esto:
"De todo lo dicho quiero que infiráis, bobas mías, que es grande la confusión que hay entre los linajes, y que solos aquéllos parecen grandes y ilustres que lo muestran en la virtud, y en la riqueza, y liberalidad de sus dueños. Dije virtudes, riquezas y liberalidades, porque el grande que fuere vicioso será vicioso grande, y el rico no liberal será un avaro mendigo; que al poseedor de las riquezas no le hace dichoso el tenerlas, sino el gastarlas, y no el gastarlas como quiera, sino el saberlas bien gastar. Al caballero pobre no le queda otro camino para mostrar que es caballero sino el de la virtud, siendo afable, bien criado, cortés, y comedido, y oficioso; no soberbio, no arrogante, no murmurador, y, sobre todo, caritativo; que con dos maravedís que con ánimo alegre dé al pobre se mostrará tan liberal como el que a campana herida da limosna, y no habrá quien le vea adornado de las referidas virtudes que, aunque no le conozca, deje de juzgarle y tenerle por de buena casta, y el no serlo sería milagro; y siempre la alabanza fue premio de la virtud, y los virtuosos no pueden dejar de ser alabados. Dos caminos hay, hijas, por donde pueden ir los hombres a llegar a ser ricos y honrados: el uno es de las letras; otro, el de las armas. Yo tengo más armas que letras, y nací, según me inclino a las armas, debajo de la influencia del planeta Marte; así, que casi me es forzoso seguir por su camino, y por él tengo de ir a pesar de todo el mundo, y será en balde cansaros en persuadirme a que no quiera yo lo que los cielos quieren, la fortuna ordena y la razón pide, y, sobre todo, mi voluntad desea; pues con saber, como sé, los innumerables trabajos que son anejos a la andante caballería, sé también los infinitos bienes que se alcanzan con ella; y sé que la senda de la virtud es muy estrecha, y el camino del vicio, ancho y espacioso; y sé que sus fines y paraderos son diferentes; porque el del vicio, dilatado y espacioso, acaba en muerte, y el de la virtud, angosto y trabajoso, acaba en vida, y no en vida que se acaba, sino en la que no tendrá fin; y sé, como dice el gran poeta castellano nuestro, que
Por estas asperezas se camina
De la inmortalidad al alto asiento
Do nunca arriba quien de allí declina."
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Segunda parte, Cap. Sexto.
¿Que es la virtud para este mundo? ¿Hay tal cosa en el espíritu de los hombres? ¿Resuena esto en el espíritu del hombre común? ¿Hay, siquiera, esta palabra en su diccionario? ¿Hay tal concepto en su mente? ¿O a qué se atiene el hombre de hoy? ¿Busca conocer que constituye su propio bien? ¿Busca conocerse? ¿Que vé el hombre de hoy? ¿Que saborea a diario? ¿Qué fines mueven su voluntad? ¿Que cosas llaman a sus sentidos y a su inteligencia? ¿Que paisaje dibuja en su alma? ¿Qué paisaje hay en su alma?
Ahí, a la interperie del mundo duerme Don Quijote. En la pobreza busca la virtud. Y en la virtud forja su caballerosidad. En su caballerosidad el símbolo. En dicho símbolo, una luz.
Do nunca arriba quien de allí declina.