martes, 22 de marzo de 2016

Comida, alegría y canciones





Allí, al final de la Batalla de los Cinco ejércitos, postrado y agonizante en un valle lúgubre y mortecino yace Thorin. Si, el gran Thorin Escudo de Roble, Rey bajo la montaña, que se jactaba de sus riquezas y del supuesto honor que éstas le concedían. Acercándose Bilbo, un hobbit de corazón grande sin dudas, le dice:

"Hay en ti muchas virtudes que tú mismo ignoras, hijo del bondadoso oeste. Algo de coraje y algo de sabiduría, mezclados con mesura. Si muchos de nosotros dieran más valor a la comida, la alegría y las canciones que al oro atesorado, éste sería un mundo más feliz".
Esto es lo que relata Tolkien en "El hobbit" con una profundidad y una sencillez incomparables. El texto es, a mi parecer, manifestación del espíritu mismo del libro, y de los más hondos pensamientos de Tolkien.
La avaricia y una falsa concepción del poder ligada a aquel primer vicio habían corrompido el corazón noble de Thorin. Aquel primer anhelo de recuperar las tierras ancestrales, de honrar a los antepasados venciendo al enemigo presente que mancilla sus nombres fue opacado por el deseo ardiente y desmedido de poseer y guardar el magnífico tesoro escondido en lo profundo de la montaña. La montaña misma se transformó en una analogía perfecta del alma de Thorin: profunda pero oscura, sólo iluminada por los destellos pálidos de un tesoro abultado, pesado y frío. Así, recuperado de su insanía espiritual, se aventuró a la batalla y a pesar de salir victorioso quedó malherido. Agonizante, experimentando los límites estrechos de la muerte cercana, pronuncia aquellas palabras al hobbit. Palabras que deberían resonar para nosotros, hombres de nuestro tiempo, como un imperativo brutalmente humano de sanidad espiritual. Esto es, sin embargo, tan sólo una contextualización de algo que tiene carácter perenne.
La relación  entre el deseo desmedido de dinero y la insanidad psíquica no es algo nuevo. Es algo viejo, como viejo es el hombre. Algo que tiene raíces en las profundidades de alma humana.

Traigo este texto, y este breve comentario, a propósito de esta semana santa y, más específicamente, a propósito del Evangelio de hoy que es el de San Mateo 26, 14-25:

"Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: '¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?' Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle. 
El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: '¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?' Él les dijo: 'Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos'. Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. 
Y mientras comían, dijo: 'Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará'. Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: '¿Acaso soy yo, Señor?' Él respondió: 'El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido! Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: '¿Soy yo acaso, Rabbí?' Dícele: 'Tú lo has dicho'."
De este modo, Judas Iscariote, uno de los Doce elegidos por Jesús, fue establecido como el prototipo de todo hombre que da lugar exclusivo al dinero en su corazón, para desterrar de él antes que a Dios, a los amigos. El amor desmedido y puramente servil por el dinero es la contradicción irreconciliable del amor desinteresado e incluso sacrificial por los amigos. Y esto mismo es lo que dice Santo Tomás comentando aquellas palabras: '¿Qué quereis darme y yo os lo entregaré?'. Asi dice el Aquinate: "A causa del dinero se desprecia toda amistad, como se dice en Sir. 10, 9-10: 'Nadie hay mas criminal que el avaro ¿por qué se enorgullece el que es polvo y ceniza? Nada hay más inicuo que amar el dinero; pues este tiene su alma en venta; porque durante su vida echa lejos de sí a sus íntimos'." 
Desde Jesús, Verbo encarnado, Dios amigó a la humanidad con Él por fuerza de su amor. Y la amistad es un tipo de amor. O Dios o el dinero. No hay otra contradicción más grande en el orden de la vida espiritual. Mejor no esperar hasta el último momento para atesorar la comida, la alegría y las canciones en nuestro corazón. Pues la comida ya no es sólo comida, sino el Pan vivo bajado del Cielo.